¡Estoy harto de que me califiques, ahora quiero aprender!
“Si la única herramienta que tienes es un martillo, pronto todo lo que veas se parecerá a un clavo” Abraham Mashlow
Cuando hablamos de la evaluación siempre vendrá a nuestra mente la idea agobiante de tener que presentarle a otro algún tipo de instrumento con el cual aprendiz nos dirá si aprendió o no, si hizo bien algo o no, si puede avanzar o no; como si con esos instrumentos fuera posible meterse en sus mentes y hacer un inventario cuantitativo y pormenorizado de la cantidad de enlaces, conceptos y estructuras que han construido en un proceso de aprendizaje o peor aún en la simple asistencia a una clase o con la lectura de un documento.
Cuando hablamos de la evaluación siempre vendrá a nuestra mente la idea agobiante de tener que presentarle a otro algún tipo de instrumento con el cual aprendiz nos dirá si aprendió o no, si hizo bien algo o no, si puede avanzar o no; como si con esos instrumentos fuera posible meterse en sus mentes y hacer un inventario cuantitativo y pormenorizado de la cantidad de enlaces, conceptos y estructuras que han construido en un proceso de aprendizaje o peor aún en la simple asistencia a una clase o con la lectura de un documento.
Siempre la evaluación ha representado, tanto para profesores como para estudiantes y , aunque no debiera serlo, el momento más importante de los procesos de enseñanza y de aprendizaje; lo paradójico es que su importancia no radica en que paralelo a todo proceso debe contemplarse una valoración del mismo, sino porque sin importar todo lo que hayas hecho o dejado de hacer para aprender algo, lo único que será tenido en la cuenta para determinar si has “aprendido” o no es la calificación, que regularmente es otorgada por sujetos como nosotros, los maestros.
Tenemos en el imaginario de quienes trabajamos en la educación – no necesariamente formados en educación, una constante en la educación superior – que la evaluación y la calificación son lo mismo y siempre que se habla de evaluación las tensiones comienzan a acrecentar y por ello ese es el momento que considero más crítico en la relación docente - estudiante. Hasta allí llega el afecto, la empatía y la simpatía entre profesores y estudiantes, es más, el mero hecho de que esta sea mencionada es posible que la imagen de experto que pueda tener un profesor desaparezca y se torne totalmente contraria a la consideración inicial.
En la educación nos hemos encargado de hacer de la evaluación un proceso odiado, cuando es fundamental para la construcción de los aprendizajes, de hecho Albert Bandura en su libro Fundamentos de Psicología Social (1976), cuando habla de las capacidades humanas sostiene que una de ellas es la capacidad autoevaluativa, inherente al ser humano. Asegura Bandura que todo el tiempo lo estamos haciendo, que nos ayuda a regularnos y a someter a juicio nuestras propias conductas y procesos.
La pregunta es entonces, ¿a qué horas, en qué momento perdimos el rumbo acerca de la pertinencia de la evaluación? ¿si la evaluación es una de nuestras capacidades humanas (les comparto estos mapas conceptuales de algunos apartados del libro de Albert Bandura -- aquí hay varios diseñados por mi para ustedes) en que momento la consideramos un enemigo?
En la educación nos hemos encargado de hacer de la evaluación un proceso odiado, cuando es fundamental para la construcción de los aprendizajes, de hecho Albert Bandura en su libro Fundamentos de Psicología Social (1976), cuando habla de las capacidades humanas sostiene que una de ellas es la capacidad autoevaluativa, inherente al ser humano. Asegura Bandura que todo el tiempo lo estamos haciendo, que nos ayuda a regularnos y a someter a juicio nuestras propias conductas y procesos.
La pregunta es entonces, ¿a qué horas, en qué momento perdimos el rumbo acerca de la pertinencia de la evaluación? ¿si la evaluación es una de nuestras capacidades humanas (les comparto estos mapas conceptuales de algunos apartados del libro de Albert Bandura -- aquí hay varios diseñados por mi para ustedes) en que momento la consideramos un enemigo?
Me aventuraré a dar dos posibles razones por las cuales hemos creado una fobia a la evaluación en las instituciones educativas… la primera: la cuantificación y cosificación del aprendizaje y el conocimiento, traigo a colación la excelente conferencia de Chip Conley, el hotelero norteamericano invitado al TED 2010, quien nos hace caer en la cuenta de que es posible valorar sin cuantificar, es decir, no siempre que se trate de hacer una valoración es imprescindible cuantificarla y mucho menos cuando estamos hablando de información, conocimiento o de lo intangible como la felicidad que Conley menciona. Con esta conferencia entendemos que no sólo lo que es posible contar de manera rápida y casi evidente es lo verdaderamente valedero o la única información en la cual podamos confiar para dar un juicio.
Con la obsesión de las instituciones educativas por contar y medir lo intangible (el aprendizaje y el conocimiento) nos han hecho olvidar que lo importante no es la calificación dada por los maestros, nos han hecho desaparecer del panorama que lo verdaderamente importante es lo que la evaluación ha permitido revelarnos a nosotros mismos en tanto aprendices. La evaluación no es un instrumento para la cuantificación o la medición, sino una capacidad humana que debemos formar en los aprendices para que sean ellos, en primera instancia, quienes puedan decir en qué etapa de un proceso de aprendizaje consideran que se encuentran de acuerdo con unos criterios diseñados por los profesores o por la institución misma; en segunda instancia, la evaluación puede orientarnos, a los maestros, en el diseño de instrumentos con los cuales ayudar a los estudiantes a identificar su estado real de aprendizaje, instrumentos que nos permitirán ayudar o proponerle a los aprendices nuevas actividades a fin de logren realmente el propósito definido o en caso de que ya haya sido alcanzado que sigan avanzando en su proceso de aprender
La segunda razón que presentaré, es para mi una necesidad permanente y desbordada del sistema por medir y cuantificar, muy propia de una época en la que los números parecen tener más fuerza y valor que las palabras o las relaciones humanas; como si un pensamiento fuera tan invariable u homogéneo como un cifra. La educación y en especial la evaluación se han visto permeadas por una época en la que cuantificar es toda una constante, todo el tiempo atendemos a rankings y a escalafones en la que nos dicen quién es mejor, quién es peor, en los que nos aseguran que dos sujetos son idénticos (calificación 4.3) o pueden permanecer intactos cognitivamente ante un proceso de enseñanza, es decir, sujetos con calificación cero. Estamos siendo parametrizados, ordenados y medidos de la misma manera como se hace con el dólar o con el barril de petróleo que pueden ascender o descender en un escalafón; ocurre con las universidades en el mundo, con lo cual lo único asegurado es la entrada de más capital, es decir, tener mejores números, garantiza mayores números.
Nos hemos dejado someter a una corriente, quizá imparable, que nos tiene totalmente seguros que todo es medible, cuantificable, cuando otra verdad es como dice Conley, lo que no se puede contar, cuenta. La evaluación es un proceso fundamental, no sólo en el aprendizaje, sino en la vida misma y en las relaciones sociales, lo que tal vez deberíamos comenzar a replantear es la necesidad de calificar, de rankear como si todos tuviéramos que estar en una misma línea o nivel.
Considero que un sistema educativo que propenda por la valorar la diferencia y verla como propia de los humanos no debería tener dentro de sus posibilidades la homogeneización que pretende la calificación, pues ya bien claro tenemos que nunca nadie aprende lo mismo, así el 5 ó 10 o la E, de excelente, sea la calificación que algunos estudiantes obtuvieron, tampoco es posible pensar en que alguien deja de aprender de una experiencia, por tanto el cero tampoco tiene validez cuando hablamos de aprender.
Finalizo con esta parodia de la frase que le contestara el Rey de Bután a Conley y que él menciona en la conferencia referenciada: …nosotros no creamos “el aprendizaje”, creamos las condiciones para que este pueda construirse, creamos el hábitat del aprendizaje”
Nos hemos dejado someter a una corriente, quizá imparable, que nos tiene totalmente seguros que todo es medible, cuantificable, cuando otra verdad es como dice Conley, lo que no se puede contar, cuenta. La evaluación es un proceso fundamental, no sólo en el aprendizaje, sino en la vida misma y en las relaciones sociales, lo que tal vez deberíamos comenzar a replantear es la necesidad de calificar, de rankear como si todos tuviéramos que estar en una misma línea o nivel.
Considero que un sistema educativo que propenda por la valorar la diferencia y verla como propia de los humanos no debería tener dentro de sus posibilidades la homogeneización que pretende la calificación, pues ya bien claro tenemos que nunca nadie aprende lo mismo, así el 5 ó 10 o la E, de excelente, sea la calificación que algunos estudiantes obtuvieron, tampoco es posible pensar en que alguien deja de aprender de una experiencia, por tanto el cero tampoco tiene validez cuando hablamos de aprender.
Finalizo con esta parodia de la frase que le contestara el Rey de Bután a Conley y que él menciona en la conferencia referenciada: …nosotros no creamos “el aprendizaje”, creamos las condiciones para que este pueda construirse, creamos el hábitat del aprendizaje”
AndrésPC
Comments4 COMMENTS
Siempre he considerado la evaluación como un proceso personal, ¿acaso no lo es el aprendizaje? Nadie aprende por uno y en esa medida, ¿cómo evaluar desde fuera?
Tengo que confesar una situación que me atormenta y es la peor parte de mi práctica docente...la evaluación. Cuando llego a este punto de la actividad me desmotivo al ver cómo los estudiantes centran todas sus expectativas en un número o en un concepto heterónomo y no entran a analizar su propio recorrido en el curso , el período o la actividad. Por más que les digo que la evaluación es de ellos, siempre asumen esa actitud como un facilismo injustificado y pierden la motivación para la siguiente actividad. Por tanto, tengo que volver al sistema y asignarles una nota la cual trato de negociar con una retroalimentación verbal.
Gracias por el video TED!....
Como algún día le he anunciado que iba a seguir su blog, sin entrar en muchos detalles sobre sus reflexiones sobre la evaluación, lo remito a una entrada en mi blog de Elearning2010 (con Diego en la modalidad abierta) titulada: "Algo sobre la evaluación alternativa en entornos virtuales" (la dirección está en DIIGO).
En esa entrada quise compartir una situación de evaluación vivida con profesores/tutores (universitarios) en la cual he intentado aplicar algo de lo leido sobre evaluación alternativa. No es ninguna teoría nueva...apenas el intento de aterrizar, mediante "prueba y error", opciones para evaluar el aprendizaje en un curso 100% en línea.
Un granito de arena hacia el cambio!...
La entrada es algo larga....mil excusas por el tiempo que deberá invertirle si quiere leerla!...
Cordial saludo,
Hasta pronto!